¿Qué tienen en común el 10 Downing Street, la casa del Primer Ministro británico, y el videojuego Call of Duty?. Pues que ambos son escenarios de una batalla épica entre Microsoft y los reguladores globales. La gigante tecnológica quiere hacerse con Activision Blizzard. La empresa detrás de algunas de las franquicias más exitosas del mundo de los videojuegos, como Overwatch, Diablo o World of Warcraft. Pero no todos están de acuerdo con este movimiento, que supondría un desembolso de 69 mil millones de dólares y una concentración de poder sin precedentes en el sector.
La Comisión Federal de Comercio de Estados Unidos ya ha puesto el grito en el cielo y ha presentado una demanda para impedir la fusión. Y no es la única que tiene dudas. La Autoridad de Competencia y Mercados de Reino Unido (CMA) también está investigando el impacto que tendría el acuerdo en la competencia y en el gaming en la nube. Su veredicto se espera para el 26 de abril, el mismo día que Microsoft tiene previsto asistir a un evento de videojuegos organizado por UK Interactive Entertainment (UKIE) en la emblemática residencia del Primer Ministro.
¿Será una coincidencia o una estrategia para ganarse el favor de las autoridades británicas? ¿Logrará Microsoft convencer a los reguladores de que su compra de Activision Blizzard es beneficiosa para los jugadores y para la industria? ¿O tendrá que renunciar a alguna de sus joyas o aceptar condiciones que limiten su dominio? Estas son algunas de las preguntas que se plantean ante este posible cambio de paradigma en el mundo de los videojuegos. Esto podría definirse en cuestión de meses. Microsoft confía en cerrar el acuerdo durante el este año 2023 y ha prometido respetar los acuerdos con otras plataformas y mantener el apoyo a los juegos multiplataforma. Pero aún queda mucho por ver y por jugar.
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